TERCERA PARTE
El obstinado zumbido del maldito
mosquito oscila con el ruido de fondo que produce la interferencia del
televisor; aún más allá, el susurrante sonido del mar lejano, y nuevamente más
acá, en la oscura sala del comedor, el hormigueo luminoso de la pantalla que resplandece
iluminándolo todo efímeramente. Me despierto, tengo mucho calor y la pierna izquierda
se me quedó dormida, abro mis ojos y percibo mi ridícula mano de playmobil que
quedó moldeada sosteniendo la ausencia de lo que en algún momento fue un vaso,
miro al piso y junto al vaso caído veo a William Pier, tirado en la alfombra,
masticando algo. Sin levantarme del sillón, descalzo la pantufla de mi pie
durmiente y lo estiro desperezándome hasta alcanzar a tocarle la cabeza con la
punta tensa de mis dedos
-¿Qué estás haciendo?...
¿Qué tenés ahí?
William levanta su mirada
y entonces deja ver el papel que yace torturado bajo sus dos cortas patas
delanteras.
-¡Dame eso! ¿Qué cagada
estás haciendo?
Le quito el papel y
entonces veo que en realidad se trata de un sobre -medio sobre, en verdad, ya
que William se ha devorado, literalmente, la otra mitad- que tiene un sello
rojo de cera con una pequeña huella de oso inscripta en el medio. Rápidamente
prendo la luz de la lámpara para poder examinarlo mejor, saco cuidadosamente el
trozo de hoja que asoma desde dentro por la babeada rotura, y entonces, en un
golpe de lucidez, atino a correr hasta la puerta principal: ningún cartero a la
vista (ni úrsido ni humano), sólo la fresca brisa nocturna y la desolada calle de
tierra que yace inerte bajo el amarillento y parpadeante alumbrado público.
Vuelvo a entrar a la casa y entonces reviso cautelosamente habitación por
habitación: nada. Retorno a mi sillón, vuelvo a agarrar la hoja y la examino
con detalle: la poca información que pudo salvarse resulta totalmente indescifrable.
La reviso nuevamente dos o
tres veces más, pero los datos son
definitivamente insuficientes, a decir verdad, creo que apenas y me sirven para
anexar aún más incógnitas a todo aquel asunto.
Recuesto mi frustrada cabeza
una vez más en el respaldo del sillón, con la mirada perdida en el techo, buscando
alguna respuesta de orden existencial sugerida en aquellas abstractas manchas
mudas de humedad… ¿Ese ventilador de techo no estaba prendido antes de que yo
me quedara dormido?... frunzo el seño… y ahora que pienso bien: tampoco
recuerdo haber prendido el televisor… mis ojos bajaron y se perdieron en la
hipnótica algarabía lumínico-monocromática de la pantalla…
-¡Wauf! –William me saca
del trance–
- … ¡¿Y vos qué?! ¡¿E?!
Agarro a William Pier desde
los sobacos sosteniéndolo como si fuera un pequeño bebé y lo levanto hasta
dejármelo cara a cara
-¡A ver qué tiene para
decir ahora el perro parlante! –William Pier parpadea confuso– ¡Dale, no te
hagás ahora el chancho rengo!
-¡Wauf!
-Si, si, “wauf wauf”,
ahora resulta que sólo sabés decir “wauf
wauf”. ¿No se supone que vos viniste aquí para ayud…
William me lame la nariz.
-Dale, pelate de acá…
Lo libero y entonces
vuelve a echarse en la alfombra para ponerse a mordisquear su pato de hule. “Cuicu,
cuicu” se queja agudamente el juguete al ser oprimido bajo los afilados
caninos. Yo me levanto y voy hasta la oscura cocina, abro la heladera y desde
dentro la fría luz me blanquea la cara y hace resplandecer mi bata plateada,
agarro la solitaria jarra de plástico azul y me sirvo un vaso de leche y entonces
me quedo ahí, manteniendo abierta la puerta, mirando el vacío cajón de las
verduras, y maquinando, repasando mentalmente toda aquella enigmática e
inconclusa información, buscándole un sentido. Tomo abstraído un trago de leche
y luego me limpio el bigote pasándole por encima mi labio inferior… un
escalofrío asciende vertiginosamente por mis vertebras y entonces en un acto
reflejo sacudo mi cabeza para disipar la estremecedora sensación justo antes de
que llegue directo a mi cerebro…
-Necesito fumarme un
porro… Vení William, vamos a dar un paseo.
-Cuicu
Ese William Piere es todo un pillo. Se le nota a leguas.
ResponderEliminarUn plie, un abrazo y un beso en la nariz para usted.
Ojo que ese "pillo",como usted le dice, puede llegar a ser la clave para volver a restaurar el orden en el cosmos. No se deje engañar por ese aspecto de displicente can bancán.
ResponderEliminarAbrazo de oso
:)