martes, 12 de abril de 2011

Hola


Entonces, el asunto era que la rueda se le había quedado atracada en la arena
y por eso él se sentía tan pero tan triste.
Por suerte, justo en ese momento vino el mar y le mojó la punta de las patitas
y le dijo: “Hola, soy una ola”
y después empezó a cantarle una canción para tratar de alegrarlo,
y esa canción decía algo mas o menos así:


Animalito travieso,
enséñame las piruetas que haces con tu bicicleta.
Quiero brincar como vos
Quiero girar como vos

Con los pelitos al viento,
pedaleando en la bajada,
esquivando bombas, tiros y balas.
Quiero verte despegar
a toda velocidad.

Vuela libre pequeño conejito feliz,
que la vida es una sóla y quedan pocas zanahorias en la luna.
Ríete pequeñito conejo feliz,
no permitas que la guerra, ni los terremotos, ni la sífilis,
te borren la sonrisa de la cara, oh pequeño conejito feliz.

5 comentarios:

  1. ¡JAJAJAJA!
    ¡Buena historia y buena canción!
    Gracias por seguir atento incluso tras tanta podredumbre.

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  2. Gracias a ti,
    querido Berto,
    por seguir también siempre atento.

    Saludos!

    Pta: Te queda muy bien el cerquillito y el rush, me gusta, tiene estilo

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  3. Aaah!! Berto, ya me parecía que esa no era la voz de mi prima... saludos para todos los contertulios implicados. Che, Martín, me gustó la pelota que dejó picando nuestro queridísimo Güálter el conejo, hay que definir ahí no? Saludetes cósmicos!

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  4. Me hace acordar a los poemas del gran Alfredo Casero, son buenísimos, hay uno que habla de una ballena que es sublime porque no sabés si estás ante una obra maestra o ante una sátira despiadada. Termina siendo ambas cosas y es genial. Búscalo oh! joven poeto...

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